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Los gestos fueron solo eso

La transición no ha avanzado en casi nada concreto y provechoso. El proyecto de Presu­puesto 2020 es el mejor ejemplo de la fractura institucional y la política desenfocada.

Después de los gestos que se dispensaron la noche misma de las elecciones presiden­ciales, apenas confirmada la tendencia del resultado, y el café que compartieron a la mañana siguiente para presentar sus equipos de coor­dinación, la relación entre el saliente Mauricio Macri y el entrante Alberto Fernández no parece haber fruc­tificado en nuevos encuentros y, en lo que es más im­portante, en la efectivización de la transición. Más allá de algunos llamados telefónicos, por temas puntuales y urgentes, como la crisis de Bolivia y la salida de Evo Morales de ese país, el diálogo entre el mandatario en ejercicio y su sucesor no fue todo lo provechosa que prometía aquellas primeras se­ñales que se dieron al calor de las urnas. Provechosa, en términos institucionales, que es lo que im­porta para lograr el bien común.
La buena predisposición pa­rece haber sufrido enfriamiento y hasta hubo comentarios poco diplomáticos del entrante AF, quien muestra una repetida in­clinación a cierta pirotecnia dis­cursiva a través de las redes so­ciales. Es verdad que casi siem­pre sus comentarios tienen un fundamento, surgen en respues­ta a algo que ha sucedido y que motiva una reacción, pero el nuevo presidente debe entender que el tiempo de la campaña ya pasó y pronto, muy pronto, será eso: presidente de todos los argentinos.
La semana pasada, por ejemplo, maltrato a Macri a través de las redes llamándolo mentiroso en un par de ocasiones. Una de ellas por el perfil del Presupuesto Nacional 2020, cuyo proyecto fue enviado al Congre­so de la Nación para su análisis y tratamiento. Cier­tamente la propuesta del Poder Ejecutivo es disloca­da, tiene algunas aristas que invitan a pensar si fue confeccionado con buena intención. Más bien parece el dibujo de una broma, pero así y todo, se trata del proyecto oficial y el ámbito de opinión es el Parla­mento. Fernández debe entender que su rol lo obliga a mirar los hechos con cierta altura y comentar -si es necesario comentar algo- también con un plano más elevado que el de un opinador.
Cuanto antes AF se desprenda del traje de candida­to, al que siempre se le permiten disgresiones para la polémica, y se enfunde en el overol de jefe de Estado mejorará el clima político. La grieta, de la que tanto se habla y poco se hace para cerrarla, se nutre de las controversias cotidianas, alimentadas justamente desde las altas esferas de la política.
El Presupuesto 2020, que objetivamente es critica­ble porque no encuadra en la realidad del país, es el resultado de la ausencia de relación institucional en­tre la administración saliente y la entrante. Para eso sirve la transición, para definir los trazos gruesos del cambio de gestión. ¿Qué mejor oportunidad para el FdeT, que comenzar su trabajo con un obstáculo menos?
Lo que va a ocurrir es que el nuevo oficialismo impulsará modificaciones al proyecto de presupuestos y es lógico que eso suceda, y no solo porque está desenfocado de la coyuntura eco­nómica sino porque además no contempla lo que AF quiere para “su” gobierno. Resultado: pérdida de tiempo. Discusiones en el Con­greso Nacional, idas y vueltas en las Cámaras para ce­rrar luego una ley que no se adapta a casi nada, ni a la realidad ni a lo que pretende (o necesita) el nuevo gobierno.
Por ejemplo, el proyecto de ley que el ministro Her­nán Lacunza presentó al Parlamento peca del mismo exceso de optimismo que los anteriores elaborados por la gestión de Macri. Contra una caída del PBI del 1,2% promedio esperada por el sector privado, el bo­rrador oficial postula que el año próximo la economía crecerá 1%. Entre seguir cayendo y volver a crecer hay una gran diferencia.
Ayer el gobierno de Macri reconoció que la transi­ción no ha dado ningún paso firme. Y no hay razones para dudar. El proyecto de Presupuesto 2020 es el mejor ejemplo. No es serio, y así le va al país