La obligación de la solución
El proceso inflacionario es el resultado de una deformación estructural que se alimenta de la desconfianza. Por eso, la responsabilidad de la solución es siempre del que gobierna.

Integrantes del equipo económico del Gobierno nacional mantuvieron una nueva reunión con representantes del empresariado y sindicalismo del sector alimenticio, a quienes se les planteó cinco ejes de trabajo que permitan corregir “los aumentos injustificados” de precios en los distintos eslabones de la cadena que componen esa rama industrial.
El encuentro, encabezado por el ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas, es parte de las actividades programadas por la Casa Rosada para lograr un acuerdo de precios y salarios con el objetivo de poner freno a la inflación. “Esta mesa no es para buscar culpables sino para encontrar soluciones”, dijo el ministro Kulfas por si hacía falta, en una pretendida concesión de indulgencia, lo que pone en evidencia la distorsión de los conceptos que maneja el Poder Ejecutivo. Para la administración neokirchnerista que conduce Alberto Fernández la inflación no es consecuencia de la política económica que lleva adelante su Gobierno, sino un fenómeno extraño y rebelde que responde al interés malsano del mercado. Ni tanto ni tan poco. En verdad el proceso inflacionario es el resultado de una deformación estructural que se alimenta de la desconfianza. Por eso, la responsabilidad de la solución es siempre del que gobierna.
Por el contrario, si la tarea es identificar culpables, la administración del Frente de Todos debería comenzar por mirarse al espejo y evaluar su política económica. Fernández, como su antecesor Mauricio Macri, ha subestimado el efecto desgastante de la inflación; lamentablemente ha desperdiciado todo un año para atacar de raíz el problema. Es de esperar que ahora, que se pusieron en acción, no sea tarde.
En el encuentro de ayer, en el Ministerio de Desarrollo Productivo, se planteó la necesidad de avanzar en un esquema de trabajo para coordinar una expectativa inflacionaria que pueda converger con las metas establecidas en el Presupuesto, esto es 29% anual. Una proyección que parece lejana a la realidad.
Según trascendió, los funcionarios propusieron avanzar en un esquema de trabajo sobre ejes como insumos alimenticios, no alimenticios e industriales, costos de logística, funcionamiento del Programa de Precios Máximos, productividad y salarios. Fue en ese escenario que el Gabinete económico señaló en la reunión que detectaron aumentos en insumos, tanto en la fase primaria, agroquímicos y la fase industrial.
Ciertamente las autoridades tienen una cuota de razón cuando sostienen que los incrementos “son injustificados”, pero el comentario está huérfano de acción concreta y eso es lo que robustece la incertidumbre del mercado, especialmente de los consumidores. Por ejemplo, una encuesta realizada por una prestigiosa universidad privada porteña señala que los consumidores prevén una inflación anual de aproximadamente 45,2% para este año. Se trata de un número promedio de todas las respuestas obtenidas y representa una suba de un punto porcentual respecto de la anterior consulta.
En enero los consumidores argentinos esperaban que la inflación del 2021 fuera de 44,1%, pero ahora estiman que en los próximos doce meses habrá una suba generalizada de precios del orden del 45,2%. Así se desprende de la Encuesta de Expectativas de Inflación realizada por el Centro de Investigación en Finanzas (CIF) de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella.
La encuesta se ha realizado en las principales capitales del país, entre ellas Corrientes y Resistencia. Aunque la consulta fue tabulada con rigor científico no deja de ser una opinión, su valor es el de cualquier pronóstico, pero el hecho es que se trata de la sensación de la gente. Y es la base donde se fragua la desconfianza sobre la que se apoya la inflación.