Austeridad o libre dispendio
Pese a las críticas a Guzmán, el déficit primario se cuadriplicó en abril por el aumento del gasto social.

Rumbo a la escalerilla del avión que lo trae de regreso a la Argentina, el presidente Alberto Fernández edulcoró su crítica contra Cristina Fernández de Kirchner, y aquello que comenzó, al inicio de la gira europea como una embestida fuerte contra la vicepresidenta y jefa natural de la coalición gobernante, Frente de Todos, se fue licuando con el correr de los días hasta terminar diluida en una exposición fría y timorata. Fernández no piensa romper con Fernández. Si hacía falta alguna comprobación de esta situación, el comportamiento que exhibió en los últimos días el jefe de Estado argentino es la demostración palmaria. Ambos se necesitan, sus destinos están encadenados y no se pueden separar. Sin embargo, la frenada del Presidente a su cacareo inicial no le significó mejor trato de parte del kirchnerismo duro, que le falta el respeto siempre que puede. Ayer Máximo Kirchner lo volvió a maltratar, sin nombrarlo como ya es costumbre. Fernández, el mandatario, ni siquiera es merecedor de ser identificado con nombre y apellido. A veces ni siquiera dicen su cargo, es la anomia absoluta. Impiadosa condena de la desaparición forzada.
En este marco el Gobierno nacional pretende edificar una gestión. Será difícil. El diputado Kirchner es además de líder de La Cámpora -brazo ejecutor de las estrategias de Cristina Kirchner-, titular del Partido Justicialista bonaerense. Se trata de un figura central en ese esquema de poder. Ayer, además de apuntar contra el Presidente, vapuleó, esta vez con la identificación del cargo a Martín Guzmán. Señaló en un acto: "El ministro de Economía dice que no tiene apoyo político. Yo le digo: tenés el apoyo del FMI y el de Kristalina, de la central sindical más importante (la CGT), de los movimientos sociales y del Presidente. ¿Cuánto más apoyo querés para que las cosas salgan bien?".
Con Guzmán al menos tuvo la consideración de ubicarlo por su función, con Alberto Fernández ni siquiera eso.
Como sea el renovado ataque de Máximo Kirchner expone el problema central de la coalición de gobierno. Tienen dos miradas, que son diferentes, del rumbo económico, y por tanto del destino del país.
Es la pelea -o el "debate", como diría CFK- entre dos posturas: austeridad vs. dispendio, o algo parecido a eso. La discusión es entre salud fiscal y gastos desmedidos, que llevan al déficit profundo.
Guzmán no representa exactamente lo primero, pero en medio del barranco está intentando implementar algo más razonable que el desquicio económico que pretende el kirchnerismo. No obstante, el ministro está en una encrucijada, tiene que simular, por un lado, que es medido en los gastos para cuidar que no haya un desborde en las cuentas públicas, y por otro parte tiene que convencer a sus socios internos de que no hay ajuste.
En medio de esta polémica de fondo por la política económica y la asignación de recursos, el ministro Martín Guzmán recibió desde el Congreso nacional una noticia que justifica su discurso. Un trabajo de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) sobre la evolución de las cuentas públicas señala que el déficit primario se cuadriplicó en abril a causa del aumento del gasto social. Ergo: no hubo ajuste. Pero este dato lo pone en una incómoda situación frente al acuerdo que firmó con el FMI, porque la obligación es bajar el déficit.
El hecho es que la dependencia legislativa -que está a cargo de Marcos Makón- indica que el déficit primario de abril trepó a $171.569 millones, lo que implica un alza del 281,2% y representa casi cuatro veces más que el que se produjo en igual mes del año pasado. Adjudicó este aumento "en gran medida a la suba del gasto social", y advirtió que "para sostenerse en el actual ritmo de ejecución necesitará refuerzos presupuestarios".