El asistencialismo sin memoria
El Programa Potenciar Trabajo tiene 1.200.000 beneficiarios. Después siguen los demás planes. Esa gente aplaude tibiamente a los cheques, pero ha soltado las amarras de la fidelidad.

La polémica que despertó Cristina Elisabet Fernández de Kirchner al acusar a los movimientos sociales por el manejo discrecional de los planes asistenciales, como el Programa Potenciar Trabajo que se financia con recursos del Estado Nacional sigue en curso y sube de voltaje. La Señora abrió una Caja de Pandora, tal vez, en esta ocasión, no calculó la dimensión de la repercusión que habría de tener su ácida crítica. Tratándose de una estratega cerebral se supone que la estocada había sido pensada y medida con exactitud, sin embargo, lo concreto es que su protesta discursiva cayó como un piedrazo en el estanque. La onda expansiva derramó agua a toda la circunferencia política y no quedó dirigente y ni sector a salvo. En resumen la queja de Cristina Kirchner sobre la "tercerización" de los planes sociales es una infamia propia de su calificado bagaje político.
Infamia. Dice el diccionario: acción malvada y vil. Reporta a la falta de honor y, también, a la fragilidad de memoria.
Durante el gobierno de Carlos Néstor Kirchner y luego durante los ocho años de mandato de Cristina Kirchner la Agrupación Kolina fue la aglutinadora principal de planes sociales. Kolina era de Alicia Kirchner, hermana de Néstor y ministra de Desarrollo Social, cartera que distribuía la asistencia.
Hay más antecedentes del mismo tipo. Quizás por esto fue que los dirigentes de los movimientos sociales, que se sintieron atacados por los dichos de CFK, le hicieron notar su falta de memoria. De paso le endilgaron otras calificaciones poco auspiciosas. Por ejemplo, Fernando Chino Navarro, del Movimiento Evita, dijo que está desconectada de la realidad, que hace rato no pisa los barrios y no conoce la pobreza. Emilio Pérsico, socio de Navarro en la mencionada organización, fue un poco más diplomático, pero no menos severo. A su vez Eduardo Belliboni, del Polo Obrero, le enrostró un giro a la derecha, al modelo neoliberal, lo mismo que otros referentes del movimiento piquetero. Acaso el más rudo de todos fue Luis D’Elía que la ubicó como una "desagradecida" que le declaró la guerra a todos los movimientos.
En el sector anida un descontento, que no está claro cómo se va a canalizar. Sienten una traición.
¿Por qué Cristina Kirchner disparó contra los planes sociales? No fue impensado, quizás debió afinar un poco más la puntería, pero en su discurso queda claro que el blanco es el Movimiento Evita, que es el sostén en la calle del presidente Alberto Fernández.
A esa organización están dirigidos los dardos de CFK. Pretende quitarles el manejo de los planes para pasárselos a los intendentes bonaerenses y en el último de los casos a los gobernadores aliados. A la vicepresidente le interesa la caja, de esa manera puede nutrir con fondos permanentes su entramado electoral y al mismo tiempo le quita una base de apoyo al profesor Fernández.
No hay en esta maniobra una intención de sanear el desbarajuste del asistencialismo con recursos del Estado, es decir que pagan todos los argentinos. No, la pretensión de la Señora es bien terrenal. Simple materialismo político.
Ni Cristina Kirchner ni la alianza que encabeza ni el Gobierno que conformó tiene vocación de bajar el número de planes sociales o transformarlos en empleo genuino en el sector privado. Nada de eso, el kirchnerismo quiere volver a gobernar una herramienta formidable que se le escapó de las manos y que amenaza con volverse en contra.
La realidad ofrece cada vez más evidencias que el asistencialismo ya no alcanza para alimentar un 40% de la población argentina que vive de la migaja del Estado y ha perdido la cultura del trabajo. Es una porción cada vez más grande de gente, por el momento desarticulada en la aparente calma que entregan los pagos miserables de cada mes