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El dilema del Mercosur

Uruguay ha profundiza­do su vocación de firmar tratados de libre comer­cio con China y países de Oceanía por fuera del bloque regional. Los socios reaccionaron. 

La relación entre los países integrantes del Mer­cado Común del Sur (Mercosur) volvió a ten­sarse, hay un virtual estado de quiebre que po­dría formalizarse en una semana en la reunión de los presidentes, prevista para el próximo martes en Montevideo, capital del Uruguay. Justamente, la con­ducta asumida por el gobierno uruguayo, que encabeza Luis Lacalle Pou, es lo que ha tensado la cuerda interna. Su decisión de avanzar, de manera unilateral, en acuer­dos de libre comercio al margen del bloque regional motivó una reacción de Argentina, Brasil y Paraguay que ayer, a la misma hora y por la misma plataforma (Twitter) publicaron una carta ad­virtiendo las consecuencias que tendrá la gestión encarada por la administración uruguaya. Men­cionaron la posibilidad de actuar con el máximo rigor jurídico para evitar una ruptura del bloque. Es la primera vez que pasa. 

Es la primera vez que uno de los integrantes intenta "sacar los pies del plato" y es la primera vez que los otros socios responden con unidad de criterio, con agilidad y sincronía de equipo. El comu­nicado, admonitorio contra Uru­guay, asomó ayer a media mañana, ni siquiera la fiebre futbolística del Mundial de Qatar postergó la reacción. Argentina, Paraguay y Brasil, cuyas administraciones tiene pocas coincidencias ideológicas, se convirtieron en un tridente. 

No obstante, hay una realidad insoslayable, el Mer­cosur, que ha mostrado un resultado apenas discreto como experiencia de integración regional, enfrenta un enorme desafío: cómo insertarse en el mundo sin per­der competitividad. Los parámetros de las relaciones internacionales -y también la realidad económica- hoy son muy distintas a aquellas que regían cuando se con­formó el Mercado Común del Sur.

Es verdad que nadie se salva solo, como han argu­mentado algunos mandatarios, por caso el argentino Alberto Fernández, pero no es menos cierto que para algunos países el Mercosur opera como un ancla. Es el caso de Uruguay, una nación que corre con desventajas en volumen frente a Brasil o Argentina, pero que tiene bondades en calidad y eficacia de producción y sobre todo de administración interna. ¿Por qué desaprove­char oportunidades de buenos negocios en aras de un acuerdo regional que reporta escasos beneficios debi­do al fracaso económico de los vecinos? 

Este dilema es el que divide aguas dentro del bloque. Seguramente será tema de discusión en el encuentro de la semana venidera. Mientras tanto sigue firme la decisión política de Luis Lacalle Pou de profundizar su estrategia unilateral de cerrar tratados de li­bre comercio al margen de sus so­cios en la región. Hace unos meses, Montevideo anunció negociacio­nes con China para cerrar un pacto bilateral excluyendo al Mercosur, y ahora se conoció que intenta sumarse en soledad al Acuerdo Transpacífico que lideran Nueva Zelanda y Australia.

Frente a esto, los gobiernos de Alberto Fernández, Jair Bolsonaro y Mario Benítez fijaron una postu­ra diplomática que es inédita en la historia de 30 años del Mercosur. A través de un tuit común, posteado a la misma hora (9 de la mañana en Argentina), advirtieron a Uruguay que actuarán con rigor jurídico.

"Ante las acciones del gobierno uruguayo con miras a la negociación individual de acuerdos comerciales con dimensión arancelaria... los tres países se reser­van el derecho de adoptar las eventuales medidas que juzguen necesarias para defender sus intereses en los ámbitos jurídicos y comercial", señala el comunicado que se conoció ayer.

La semana que viene, en Montevideo, Lacalle Pou entregará la Presidencia pro tempore del Mercosur a Alberto Fernández. Será, sin dudas, una cumbre compleja.